A 150 años del Fusilamiento de Maximiliano y de la restauración de la República
Hoy hace 150 años, 19 de Junio de 1867, se realizó el fusilamiento de Maximiliano de Habsburgo. Hecho que marca, según muchos historiadores, el fin de una serie de guerras iniciadas desde la dictadura de Antonio Lopez de Santa Anna, las disolución del Congreso y el gobierno Federalista, el exilio de personajes como Benito Juarez, Melchor Ocampo y muchos otros mas, el golpe de estado a Comonfort, la Guerra de los tres Años, la invasión francesa y la instauración del segundo imperio mexicano.
Tod en Poco menos de 20 años, muy turbulentos para la recíen formada nación mexicana.
Escribe Alejandro Rosas
El 21 de junio de 1867, Benito Juárez escribió a su yerno Pedro Santacilia:
“Hoy se ha rendido [la ciudad de]México y es natural que Veracruz se rinda también dentro de pocos días… El día 19 fueron fusilados en Querétaro Maximiliano, Miramón y Mejía. No hay tiempo para más”.
El mensaje de Juárez era particularmente frío. Cuatro años recorriendo el país hasta los confines del territorio habían terminado por endurecer su carácter, de por sí inconmovible ante los asuntos de la nación. Por eso no vaciló ante las numerosas peticiones de indulto para el archiduque y sus generales. Por eso no cedió un ápice cuando la princesa de Salm Salm se arrodilló suplicando por la vida del emperador. Juárez tenía razón, no había tiempo para más porque el tiempo había terminado.
A las siete de la mañana con cinco minutos del 19 de junio de 1867, Maximiliano, Miramón y Mejía cayeron atravesados por las balas republicanas. Todavía no se disipaba el olor a pólvora cuando dos médicos se acercaron para certificar la muerte de los tres hombres y acto seguido fueron envueltos con sábanas de lienzo para depositarlos en sendos ataúdes de madera corriente que había mandado hacer el gobierno mexicano.
La ejecucíon de Maximiliano, por Edouard Manet.
Pintó los soldados con uniforme francés, a Tomás Mejía con rasgos
negroides (era de origen indigena, pero no es para tanto)
y a Maximiliano con sombrero jarano . Maximiliano estaba al centro pero
intercambió su lugar "de honor" con Miramón . En fin, era pintor, no investigador.Seguramente por el tenso ambiente que se respiraba en Querétaro los días previos a la ejecución, nadie reparó en la estatura de Maximiliano –desde luego no era como la de Miramón o Mejía–, y ese pequeño detalle se hizo evidente cuando los médicos trataron de colocar el cuerpo del archiduque sobre el féretro correspondiente: era tan chico que sobresalían sus pies. A partir de ese momento, una serie de equívocos determinaron el progresivo deterioro del cadáver que pudo partir hacia Europa hasta finales de noviembre de 1867.
El mismo hombre que dos horas antes había salido rumbo al patíbulo, regresaba al Convento de Capuchinas en calidad de difunto. La capilla fue alistada para recibir al ilustre muerto y sobre una mesa de madera fue colocado el cadáver. “He aquí la obra de la Francia”, dijo el coronel Palacios señalando el cuerpo inerte del infortunado Maximiliano.
El cadáver presentaba cinco impactos de bala a la altura de las cavidades toráxica y abdominal, y uno más, el famoso “tiro de gracia”, en el corazón. El rostro no mostraba ninguno pero varias contusiones eran notorias: tras recibir la descarga, el exánime cuerpo del emperador se había golpeado de frente contra el suelo; nada que no pudiera arreglar un poco de barniz.
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Fotografía del Libro, "La Fotografía durante el Imperio de Maximiliano" de Arturo Aguilar Ochoa
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